Del estrés a la ansiedad
Hoy en día es tan común escuchar o nosotros mismos decir: “estoy estresado” y pasar día a día acostumbrándonos a esta condición. Se dice que el estrés lo vivimos todos, desde un bebé de pocos meses, los animales y por supuesto adolescentes y adultos.
Según encuestas aplicadas y resultados obtenidos por la agencia Gallup, el estrés a nivel mundial alcanzó su mayor récord en el año 2020, donde el 57% de los empleados vivían un nivel alto de estrés.
Si bien el estrés no es malo cuando sabemos cómo manejarlo, sí que puede causarnos estragos en la salud física, mental y emocional al no poder controlarlo. Podemos enumerar una lista extensa de las razones por las cuales nos sentimos así.
El estrés nos puede sacar de nuestra zona có
moda, nos presiona un poco más para llegar a nuestras metas y nos impulsa de manera positiva y digamos que hasta ahí todo está bien. Sin embargo, cuando esta situación nos domina, no nos deja dormir al producir tanto cortisol y adrenalina, nos enfermamos más seguido, etc podríamos entrar en un círculo vicioso ya que el cuerpo se adapta a este estado y es ahí cuando lo “normalizamos” y lo convertimos en un mal hábito.
También es cierto que desde que el mundo ha evolucionado y ha desarrollado nuevas tecnologías, hemos tratado todos de ir a la vanguardia, hacemos todo nuestro esfuerzo por aprender a usar nuevos dispositivos y sus miles de usos. La contra cara de esta situación es que al no estar tan informados y conectados sentimos el “FOMO” (fear of missing out) este nuevo concepto se refiere al miedo de quedarnos fuera y no sentirnos parte de algo o de alguien. Por consecuencia también esta situación nos genera estrés y después de ahí viene de inmediato la ansiedad.
Muchos nos preguntaremos, cuál es la diferencia entre estos términos, según expertos en el tema, al no controlar el estrés esto se convierte en ansiedad constante. Si bien ambas son reacciones humanas naturales cuando hay una sensación de una amenaza o hay mucha preocupación, al no identificar ciertas señales las cosas se nos pueden salir de control.
Los signos de advertencia para tener en cuenta son los siguientes:
- Exceso de ansiedad que interfiere con la vida cotidiana
- Uso inadecuado de fármacos y alcohol para tratar el estrés o la ansiedad
- Temores irracionales
- Cambio significativo en los hábitos de sueño
- Cambio significativo en los hábitos de alimentación
- Cambio significativo en los hábitos de higiene personal
- Estado de ánimo bajo por mucho tiempo
- Autolesiones o pensamientos sobre hacerte daño
- Sensación de perder el control
Por fortuna, el acceso a todo tipo de información está a nuestro alcance y en corto. Hay una oferta de recursos gratuitos y algunos con costo donde podemos apoyarnos con técnicas de relajación y respiración. En internet podemos encontrar desde meditaciones y reflexiones que nos permiten conectar con lo que estamos sintiendo y manejarlo de manera positiva. El ejercicio es importante incluirlo en nuestro día a día para activar la producción de dopamina y endorfinas, estos maravillosos bioquímicos que nos relajan y nos hacen sentir más ligeros y contentos.
Nuestro diálogo interno es de suma importancia ya que es ahí donde inicia el círculo virtuoso o vicioso, en el pensamiento positivo comienza nuestra reprogramación y proyección de nuestro día a día. Te has preguntado ¿Qué historias te cuentas? ¿Qué define tu estado de ánimo? ¿Cómo defines tus límites? ¿Qué necesitas para sentirte mejor? Estas preguntas te llevarán a un proceso de introspección que te ayudarán a organizarte y establecer tus prioridades.
Tú tienes el poder de decidir cómo quieres vivir tu día y tu vida. ¡Elige desde tu corazón!
Ana Elizabeth Ponce
Coach en bienestar corporativo
MAK Workplace Wellnes
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